lunes, 19 de noviembre de 2012

El Final


Evangelio según San Marcos (Mc 13, 24-32)

24En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «En aquellos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor,25las estrellas irán cayendo del cielo, y las fuerzas que están en los cielos serán sacudidas. 26Y entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria; 27entonces enviará a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.28«De la higuera aprended esta parábola: cuando ya sus ramas están tiernas y brotan las hojas, sabéis que la primavera está cerca. 29Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que El está cerca, a las puertas. 30Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. 31El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. 32Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre.
El evangelio de hoy me invita a la lucha, a no rendirme, a no darme por vencido. 
Los signos son desalentadores e incitan al desanimo, a rendirnos, a tirar la toalla. 
Los males del mundo  son evidentes. Injusticia, violencia, hambre, sufrimiento.
Vivimos en una sociedad degradada  y enferma de corrupción. 
Parece que el enemigo vence, nos engaña, se sale con la suya. Los "buenos", los justos, tenemos las de perder.
¿Para qué seguir luchando?
Pero... El evangelio de hoy me da ánimo y esperanza.
Me recuerda quien es el Señor de la Historia. 
Me recuerda que sé como termina. 
Y recuerdo que ya he vencido. 
Que el reino está en marcha. Que la iniciativa de Dios es imparable. 
Sus caminos no son nuestros caminos. Sus planes no son nuestros planes. 
Aunque su ritmo, su  tiempo, no es nuestro tiempo. 
Pero ya hemos vencido. 
En Cristo ya hemos vencido. Aunque falten 2000 años. 
¿Qué es eso comparado con la eternidad? 
¿No ha sucedido todo ya en el horizonte del tiempo?
Merece la pena luchar porque la victoria es nuestra.
Saber esto, lejos de conducirme a la inacción, me empuja a lanzarme a trabajar y ayudar a que el Reino venga. El pesimismo era lo que abatía nuestros brazos.

Gracias Padre, Señor del Cielo y de la Tierra, misericordia derramada en nuestros corazones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 2.5 España.