martes, 19 de mayo de 2015

Espíritu

El Espíritu nos desconcierta.
Es difícil asirlo, alcanzarlo, entenderlo.
Como hijos de la razón, de la materialidad, el Espíritu se nos resiste.

Y sin embargo, es la fuente de la vida y de la gracia.
Es el Amor entre el Padre y el Hijo.
Es el Amor derramado por Dios sobre el ser humano.

Para acceder al Espíritu hay que callar y contemplar.
Dejar que el silencio de nuestro interior, sea.
Hacer silencio y esperar.
Callar ante ese silencio y no intentar dominarlo, ni comprenderlo.
Simplemente dejarlo.

Debajo de nuestro ser, está el Aliento de Dios, que posibilita que seamos.
Debajo de nuestras emociones y pensamientos.
Pero es debajo de toda esa algarabía y ese alboroto.
Por eso, cuando callamos, cuando hacemos absoluto silencio, cuando contemplamos ese silencio sin hacer nada, sin pretender nada, podemos llegar a atisbarlo.
Y experimentamos que es ese Aliento el que sustenta nuestro ser, es ese Aliento donde nuestro existir se apoya.
Es ese Aliento que desde los comienzos de la Creación, ya aleteaba sobre las aguas y ahora, si callamos todo lo demás, podemos oír aleteando en el mundo y en nuestro interior.
Todos nosotros tenemos a Dios debajo nuestro, más en nuestro interior que nosotros mismos. Y es esa Voz, ese Aliento, lo que queremos recuperar, lo que buscamos cada uno a su manera, cada uno en mil sitios diferentes.
Y una primera manera es hacer silencio y conectar.



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