viernes, 5 de abril de 2019

La Tierra Prometida


La primera lectura de hoy domingo, nos narra la llegada del pueblo de Israel a la Tierra Prometida, después de 40 años de peregrinaje por el desierto.


El salmo nos dice “Gustad y ved qué bueno es el Señor”


En la segunda lectura, Pablo nos habla de la gratuidad del amor De Dios: “Porque Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirles cuenta de sus pecados, y ha puesto en nosotros el mensaje de la reconciliación.”


En el Evangelio, Jesús nos presenta la desbordante parábola del hijo pródigo. 


Y después de escuchar estas lecturas, reunidas en la celebración de hoy, me han surgido unas preguntas. 


¿Y si nuestra Tierra Prometida no fuera alcanzar nuestro proyecto personal, nuestro sueño, nuestro anhelo, nuestro éxito?
¿Y si fuera algo más sencillo... pero a la vez más difícil?
¿Y si fuera algo al alcance de todos los seres humanos?


¿Y si la Tierra Prometida fuera encontrarse, conocer y gustar a Dios en su plenitud, tal y como nos lo describe hoy Jesus en la parábola del hijo pródigo?


Un Dios que lo único que no puede dejar de hacer, es Amar. Que se hace indefenso ante nuestra infidelidad y nuestras razones. 
Jesus lo describe con crudeza. El hijo vuelve, pero no por amor al padre ni por arrepentimiento. Vuelve porque pasa hambre. Incluso el motivo del retorno no es el mejor.


Y el padre no le deja ni terminar su discurso, ni terminar sus excusas. Corre hacia él, le da un abrazo y le da una fiesta. “Te hemos encontrado”. Lo demás no importa. 
¡Qué anhelo de Padre desvelado!


¿Será posible que Dios sea así?


A Nuestro corazón pequeño y limitado le cuesta creerlo. Y nos defendemos de ese Amor y nos inventamos castigos y lejanías. 


Y no. 


El Amor de Dios es ilimitado y gratuito. Y por eso no se pueden hacer méritos para merecerlo, ni entrar en negociaciones con Él. Solo podemos abrir nuestro corazón a esa sorpresa y gustar de ese amor. 
Porque al final, a Dios no hay que conocerlo ni creerlo. Hay que gustarlo. 


Como dice el salmo. Gustad y ved qué bueno es el Señor. 


Abrazos

Eduardo

Lectura del santo evangelio según san Lucas 
3.11-

En aquel tiempo, solían acercaron a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
- «Ese acoge a los pecadores y come con ellos.»
Jesús les dijo esta parábola:
- «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna."
El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo,se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada.
Recapacitando entonces, se dijo:
"Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros. "
Se levantó y vino a donde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.
Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo, "
Pero el padre dijo a sus criados:
"Sacad en seguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."
Y empezaron a celebrar el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo.
Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
Este le contestó:
"Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud."
El se indignó y no quería entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Entonces él respondió a su padre:
"Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado."
El padre le dijo:
"Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado"».

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