miércoles, 28 de septiembre de 2011

El peligro de la religión


Más claro agua.
Para recibir la Buena Noticia hay que tener el corazón abierto. Sólo desde la consciencia lúcida, no culpabilizante, de nuestra pobrecica limitación, podemos encontrarnos con el Amor insondable del Señor. 
Es como el agua, sabe mejor a los sedientos.


La traducción de "publicano" elige la opción menos escandalosa. Porque la palabra traducida es "telonio", es decir, "el que está en la tienda".... que podía ser el recaudador de impuestos... pero también el que cobraba por las prostitutas. Jesús pone por delante de los "justos" a toda esta chusma.... 
Cual es el secreto? Qué diantres está haciendo?



Lo llamamos el escándalo de la Misericordia. Porque como a los sacerdotes y a los ancianos, nos escandaliza la actitud de Jesús, en nombre de Dios. Nos sobrepasa el corazón de Dios. Nos sobrepasa el Amor de Dios, que pone por delante de nuestras obras, de nuestra vida.... la capacidad, el deseo de dejarle amarnos. Sin defensas, sin peros, sin justificaciones...


Me acuerdo siempre del hijo pródigo, cuando vuelve a casa con el discurso preparado... "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, ya no merezco llamarme hijo tuy...." y se tiene que callar, porque el Padre le ha dado un abrazo TAN grande, tan lleno de perdón, de ganas de verte, de qué bien que volviste,  de eres mi hijo amado.... ¿nos hemos dejado abrazar así alguna vez por Dios? 


Paso previo, lugar de encuentro, la conciencia de nuestra miseria. Una conciencia reconciliada. No tengamos miedo de nuestros abismos, porque Dios Padre  también está en ellos, para llenarlos de su amor.


Besos y abrazos
Eduardo


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AÑO XI /  9.250 ejemplares
ISSN: 1579-6345
ecleSALia 21 de septiembre de 2011


26 Tiempo ordinario (A) Mateo 21, 28-32
EL PELIGRO DE LA RELIGION
JOSÉ ANTONIO PAGOLA, vgentza@euskalnet.net
SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).

ECLESALIA, 21/09/11.- Jesús lleva unos días en Jerusalén moviéndose en los alrededores del templo. No encuentra por las calles la acogida amistosa de las aldeas de Galilea. Los dirigentes religiosos que se cruzan en su camino tratan de desautorizarlo ante la gente sencilla de la capital. No descansarán hasta enviarlo a la cruz.
Jesús no pierde la paz. Con paciencia incansable sigue llamándolos a la conversión. Les cuenta una anécdota sencilla que se le acaba de ocurrir al verlos: la conversación de un padre que pide a sus dos hijos que vayan a trabajar a la viña de la familia.
El primero rechaza al padre con una negativa tajante: «No quiero». No le da explicación alguna. Sencillamente no le da la gana. Sin embargo, más tarde reflexiona, se da cuenta de que está rechazando a su padre y, arrepentido, marcha a la viña.
El segundo atiende amablemente la petición de su padre: «Voy, señor». Parece dispuesto a cumplir sus deseos, pero pronto se olvida de lo que ha dicho. No vuelve a pensar en su padre. Todo queda en palabras. No marcha a la viña.
Por si no han entendido su mensaje, Jesús dirigiéndose a «los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo», les aplica de manera directa y provocativa la parábola: «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios». Quiere que reconozcan su resistencia a entrar en el proyecto del Padre.
Ellos son los "profesionales" de la religión: los que han dicho un gran "sí" al Dios del templo, los especialistas del culto, los guardianes de la ley. No sienten necesidad de convertirse. Por eso, cuando ha venido el profeta Juan a preparar los caminos a Dios, le han dicho "no"; cuando ha llegado Jesús invitándolos a entrar en su reino, siguen diciendo "no".
Por el contrario, los publicanos y las prostitutas son los "profesionales del pecado": los que han dicho un gran "no" al Dios de la religión; los que se han colocado fuera de la ley y del culto santo. Sin embargo, su corazón se ha mantenido abierto a la conversión. Cuando ha venido Juan han creído en él; al llegar Jesús lo han acogido.
La religión no siempre conduce a hacer la voluntad del Padre. Nos podemos sentir seguros en el cumplimiento de nuestros deberes religiosos y acostumbrarnos a pensar que nosotros no necesitamos convertirnos ni cambiar. Son los alejados de la religión los que han de hacerlo. Por eso es tan peligroso sustituir la escucha del Evangelio por la piedad religiosa. Lo dijo Jesús: "No todo el que me diga "Señor", "Señor" entrará en el reino de Dios, sino el que haga la voluntad de mi Padre del cielo"

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