jueves, 18 de septiembre de 2014

Justicia o regalo



Lectura del Santo Evangelio Según San Mateo (20,1-16):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «El Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido." Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: "¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?" Le respondieron: "Nadie nos ha contratado." Él les dijo: "Id también vosotros a mi viña." Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: "Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros." Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: "Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno." Él replicó a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.»

El evangelio de este domingo nos habla del señor de una viña que paga lo mismo a los que empezaron a trabajar por la mañana que a los que empezaron al caer el sol, y la queja de los primeros.

El corazón del hombre, que se rebela ante el misterio del Amor insondable, agarrándose  a una justicia calculadora.

Efectivamente, es difícil aceptar la enormidad del corazón de Dios, sobre todo para los que nos creemos con derecho a algo ante El. 

Y honestamente, nadie tiene derecho a nada, porque nadie está realmente a la altura de la utopía del Evangelio.

Y es que al final, resulta que todo es regalo de Dios. Y aceptar esto es fuente de libertad interior, porque el sentido de tu vida ya no es el cumplir, o estar en orden, sino vivir que todo, absolutamente todo, hasta tu nuestra salvación y nuestro destino, es un regalo gratuito e inmerecido de Dios. 

Y sólo nos queda aprender a recibir este regalo y aprender a recibir este amor... que a nuestro duro corazón le cuesta tanto!




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 2.5 España.