jueves, 30 de junio de 2016

En tiempos de Jesús, se relacionaba íntimamente las dolencias que pudieras padecer, la ceguera, la parálisis, la lepra, la enfermedad, incluso la pobreza con tu situación de pecado. Las personas padecían estas desgracias por causa de su pecado, de forma que además de padecer sufrimiento, eran impuros y pecadores.

La actuación de Jesús fue profundamente revolucionaria, ya que

proclamó que estas personas no sólo no eran impuras, sino que eran Bienaventuradas, preferidas de Dios, los últimos que están por delante de los primeros. Los proclamó preferidos frente a las personas de "bien", los fariseos, los escribas, los buenos... nosotros a veces. Esta predilección sigue vigente hoy. En el corazón de Padre de Dios, los últimos están por delante de nosotros. Es el escándalo de la Misericordia de Dios. Jesús escandalizó por puro amor y pura misericordia y eso le costó la cruz. Jesús subvirtió el orden social y moral de la humanidad y a veces nos olvidamos o no queremos verlo. El mendigo, el marginado, el olvidado, están por delante de mí ante Dios y eso es maravilloso.

En el Evangelio de hoy Jesús vuelve a ser provocador y revolucionario, para desenmascarar el corazón de los hombres. Por eso le dice al paralítico... "tus pecados están perdonados", en vez de "levántate y anda", para desvelar e iluminar las creencias de sus contemporáneos.

Pero a la vez, Jesús desenmascara el poder del pecado, al final, causa última del dolor del hombre. Porque es cierto que el pecado nos puede causar parálisis para amar, para respirar, para movernos, para vivir.  

Y es cierto que el perdón tienen una capacidad curativa milagrosa. 

El Perdón de Dios y el perdón de tu prójimo y a tu prójimo.

Es preciosa la reflexión del Papa Benedicto cuando habla del sacramento de la reconciliación como la "medicina de la confesión", donde la experiencia del pecado no degenera en desesperación, sino que encuentra el amor que perdona y transforma"

Abrazos,

Eduardo


EMAÚS INMACULADA, BOGOTÁ, COLOMBIA
Jueves 30 de Junio
Evangelio según san Mateo 9, 1-8

Subiendo a la barca, pasó a la otra orilla y vino a su ciudad. En esto le trajeron un paralítico postrado en una camilla. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: « ¡ Animo!, hijo, tus pecados te son perdonados». Pero he aquí que algunos escribas dijeron para sí: «Éste está blasfemando». Jesús, conociendo sus pensamientos, dijo: « ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: "Tus pecados te son perdonados", o decir: "Levántate y anda"? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados - dice entonces al paralítico: "Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa"». Él se levantó y se fue a su casa. Y al ver esto, la gente temió y glorificó a Dios, que había dado tal poder a los hombres.

Meditación del Papa
El sacramento de la penitencia ha sido, a menudo, el centro de reflexión de los pastores de la Iglesia, por su gran importancia en el camino de la vida cristiana, ya que "toda la fuerza de la Penitencia consiste en que nos restituye a la gracia de Dios y nos une a Él con profunda amistad". La Iglesia, continuando el anuncio de perdón y reconciliación, proclamado por Jesús, no cesa de invitar a toda la humanidad a convertirse y a creer en el Evangelio. Así lo dice el apóstol Pablo: "Nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo, os pedimos que os reconciliéis con Dios". Jesús, con su vida anuncia y hace presente la misericordia del Padre. Él no ha venido para condenar, sino para perdonar y salvar, para dar esperanza incluso en la oscuridad más profunda del sufrimiento y del pecado, para dar la vida eterna; así, en el sacramento de la penitencia, en la "medicina de la confesión", la experiencia del pecado no degenera en desesperación, sino que encuentra el amor que perdona y transforma. Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada mundial del enfermo, 11 de febrero de 2012.

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